¿Y cómo os levantáis vosotros?
Y un regalo para vosotros, un largo poema que no está en verso, que no parece un poema pero que para mí lo es. Lo escribí hace algo más de un año y creo que nunca lo habías leído.
Y por fin oigo las gotas de lluvia que asoman tras mi ventana.
El cielo de esta mañana es gris, las gotas son grises, el mundo se tiñó de gris anteanoche.
Repiquetean tímidas sobre la terraza, sobre el pecho desnudo de la mujer en su cama, sobre las ramas y las hojas de los árboles perennes.
Aparto la cortina para mirar y huelo su belleza al caer y susurrar.
Y por fin oigo las gotas de lluvia que asoman tras mi ventana.
Son las notas de piano que se repiten una y otra vez bajo el manto gris de esta mañana.
Son las notas de siempre, colgadas en la pared, teñidas de colores que alguien dejó allí para que tú o él las leyera.
Me siento lleno y vacío; y el aire no me tapa esta mañana en la que, adormecido, miro tras mi ventana para oír las gotas, para ver las gotas, para mojar las gotas, para ser una u otra gota que cae tras la ventana.
Y por fin oigo las gotas de lluvia que asoman tras mi ventana.
Aquel viento del verano pasado es el mismo que acaricia mi cuerpo.
¿Y qué si no es la hora? ¿Y por qué no puedo pararme y ver y contemplar las gotas que se asoman tras mi ventana?
Dos y dos, tres y tres, cuatro y cuatro -¿conté bien?-, cinco y cinco o seis o siete…
Y escribo con la cabeza dolorida, asomado a la ventana, apoyado en su cuerpo, tocando la áspera pared que araña las manos de todos los cuerpos que la tocan.
Es una mañana grisácea de velocidad y lluvia, y yo sin que consiga que el rumor se vuelva y alce en lo alto.
Sé que no debería estar aquí: parado, quieto, sin hacer nada, sin atreverme a hacer nada por saber qué debería hacer, qué querría hacer.
Y me paro más y escucho más quieto y más en silencio.
Y más y más gotas resuenan en el patio en esta grisácea mañana de verano que ya se acaba -como todos los veranos y mañanas-.
Miro al castaño, y en sus hojas verdes asoma el otoño lentamente.
Noto el cambio, la humedad, el olor de la tierra, el sol que ya no espera, las hojas que faltan por estudiar, la prisa, los carteles, el perfume recién vendido y lo que aún queda por vender y por venir y lo que falta de sentir.
Y, por fin, escucho las gotas de lluvia que asoman tras mi ventana.
(Gotas en la mañana, José Luis Merino)
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